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jueves, 26 de abril de 2007

Experiencias escolares

“Una experiencia desagradable”

Mi peor experiencia no es que fuera mala, pero si desagradable, y esto me ha hecho recordarla a pesar de haberla pasado cuando era muy pequeña. Fue en preescolar, yo era una niña que se distraía con cualquier cosa, por eso cuando nos mandaban pintar o realizar cualquier trabajo tardaba muchísimo. Tenía un profesor al que eso le sacaba de quicio, y siempre, día tras día, dibujo tras dibujo me decía lo mismo: “eres más lenta que el caballo del malo”. Esa frase es la que más he recordado de la época de mi infancia. Entonces nunca supe lo que significaba, sabía que quería decir que era muy lenta y que lo debería hacer más rápido, pero el resultado era peor; al principio sí me importaba que dijese eso delante de todos los niños, pero con el paso del tiempo ya no escuchaba esa frase, solamente la oía. Pasó de ser algo que tendría que motivarme, aunque para mí fuese desagradable, a ser algo indiferente e inservible.

Si en algún momento de mi profesión me encontrase con un caso como este, lo primero que intentaría sería relacionar de alguna manera algún trabajo agradable para el alumno con uno que fuese necesario y no fuera tan gustoso para él. Esto lo haría para fomentar el interés por la actividad a realizar. En segundo lugar haría que el niño consiguiera agilidad para acelerar el trabajo y que así no fuese cansado y llegase a ser aburrido.

Por otra parte una actividad de motivación sería dar al alumno un refuerzo al terminar el trabajo, esto haría que tuviese ilusión por hacer más tareas, y a mayor velocidad. En mi opinión el refuerzo no debería ser siempre algo material, es muy tentador para los niños y lo más fácil para los maestros, pero creo que sería todo un reto que los alumnos quisieran terminar un deber para hacer otro en forma de juego o simplemente relacionarse con los demás niños. Un complemento al refuerzo puede ser una felicitación o simplemente una sonrisa.





“Una experiencia agradable”

Mi mejor experiencia va vinculada con el sentimiento que originó. Tuvo lugar en quinto de primaria. La maestra nos mandó como ejercicio para casa inventar una leyenda sobre el origen de algún animal, ella nos puso como ejemplo que el cuello de las jirafas era tan largo porque cuando eran pequeñas les ponían muchos collares y así se le estiraba. Desde siempre me gustó escribir, pero lo hacía para mí, no para que lo viesen los demás, era como un juego. Mi leyenda trató de los delfines, en ella recogí una historia de amor en la que los protagonistas eran de distintas clases sociales y como de ninguna manera más que escapando podrían estar juntos, huyeron nadando por el mar; debido a la velocidad su cuerpo se fue afilando hasta convertirse en el del delfín. Resumida así es. Cuando la profesora nos lo iba entregando después de corregirlas, a mí me preguntó si la había hecho yo sola, si la había copiado. Yo le dije que no, que nadie me podía haber ayudado ya que esa tarde no estaban mis padres en casa. Entonces muy tímidamente me felicitó. Yo supe que lo había hecho muy bien aunque ella no me dijera nada. Al día siguiente volvimos a hablar de nuestras leyendas y ahí lo dijo delante de toda la clase y me sentí realmente bien. También me pidió presentarlo a un concurso que se hacía en el colegio donde participaban los mayores, y para mi sorpresa, gané.

Esta actitud de la profesora fomentó mi gusto por compartir lo que escribía, y es hoy en día que siempre encuentro un rato para escribir. Desde que empecé el instituto participé en concursos de cuentos navideños, y dejando la modestia aparte, siempre conseguí el primer puesto.
Creo que si los profesores nunca hubiesen reconocido mis cualidades, puede que perdiese mi aliciente por escribir. Para una persona es muy importante que reconozcan sus buenas propiedades y más aún si se trata de niños